Ayer fui al Cervantes con la vana intención de disfrutar un poco del Dia del Español. Pero fui pasadas las 16:30. El día del Español estaba organizado para terminar a las 16:00. Ayer era sábado. Cuando llego, lo primero que veo es una especie de escenario minúsculo y un tipo guardando los cachivaches relativos a la música. El programa decía que habría música con un Dj hasta las 16:00. De eso ya sólo queda una parte. Camino un poco, hasta la puerta que hace esquina, y veo en la calle lateral (que se ha convertido en un callejón) cómo varias voluntarias con la camiseta del Día del Español recogen todo lo recogible. Pero aún quedan cosas por la calzada y la acera que, tal vez, se les olvide tirar. En fin, entro a ver qué hay, convencido de que la fiesta continúa en lo profundo, con el aire acondicionado y las copichuelas frías. Pero dentro sólo hay una exposición fotográfica. Es una exposición, sólo, pero maravillosa. Sin embargo, uno se siente como a medias, entre la tranquilidad, el sosiego y la alegría de la vida; y la violencia, la muerte y el odio que muestran las fotos. Ese sentimiento me acompaña por Madrid desde hace varios meses. Tranquilidad y muerte; sosiego y odio; alegría de la vida y violencia. Decido que voy a investigar para saber qué pasa. Y recorro toda la exposición, entre el escepticismo y el entusiasmo. Pero, ay, cuando mejor estaba, se termina y no concluyo nada. Salgo a la calle, y el contraste entre el frío interior y el bochorno exterior me abotarga.
Y pienso que esto del Dia del Español es algo muy bonito, pero inane. La mayoría de las palabras en concurso son cursis. Y la que gana, Querétaro, ni siquiera está en los diccionarios. Yo la repito, Querétaro, a ver si acaba gustándome. Querétaro. No, imposible. Escucho lo que dice su defensor: ah!, ahora lo comprendo: sin la u querer no sería querer. Claro, y el queso no sería el queso, y del cuarto pasaríamos al sexto. Para eso, ¿por qué no la del melifluo Chayanne? Lo de siempre. Yo voté por "Resplandor". Es una palabra maravillosa que, defendida por Ana María Matute, es aún más grande: la sonoridad de las consonantes "r, p y d" acompaña al significado. La fuerza, la energía, el entusiasmo, la luz. Eso es el resplandor que algunas personas emiten.
Pero el Día del Español es tonto. Parece pensado para estudiantes adolescentes con un nivel A1. ¿Por qué mucha gente piensa que los estudiantes con un nivel bajo de español tienen un IQ similar? Todo a medias, todo a medio hacer.
Y Madrid, de nuevo, ahora que estoy en la calle Alcalá, en medio del sol, en uno de los lugares más representativos de la capital, sólo tiene turistas. Ser turista es pasar a medias por los lugares, es sentir a medias. Por eso el turismo es tan importante.
Imagino que el Cervantes debe ser así. Un lugar para todos; o sea, para nadie. Pero parece que todos, sin saber muy bien por qué, lo necesitamos. Y yo busco las mejores palabras, las mejores frases para elogiar esta institución. Pero sólo soy capaz de escribir este texto mediocre, lleno de frases banales, a mitad de camino entre el elogio y la crítica. Y el lector, a medida que lee, va ansiando algo más de relieve en mis palabras, que sean como braille para los ojos. Pero es imposible, no hay más, no hay nada, parece que ya se ha terminado todo. O casi todo. Y nos quedamos a medias, entre el sopor y la exasperación.
Y pienso que esto del Dia del Español es algo muy bonito, pero inane. La mayoría de las palabras en concurso son cursis. Y la que gana, Querétaro, ni siquiera está en los diccionarios. Yo la repito, Querétaro, a ver si acaba gustándome. Querétaro. No, imposible. Escucho lo que dice su defensor: ah!, ahora lo comprendo: sin la u querer no sería querer. Claro, y el queso no sería el queso, y del cuarto pasaríamos al sexto. Para eso, ¿por qué no la del melifluo Chayanne? Lo de siempre. Yo voté por "Resplandor". Es una palabra maravillosa que, defendida por Ana María Matute, es aún más grande: la sonoridad de las consonantes "r, p y d" acompaña al significado. La fuerza, la energía, el entusiasmo, la luz. Eso es el resplandor que algunas personas emiten.
Pero el Día del Español es tonto. Parece pensado para estudiantes adolescentes con un nivel A1. ¿Por qué mucha gente piensa que los estudiantes con un nivel bajo de español tienen un IQ similar? Todo a medias, todo a medio hacer.
Y Madrid, de nuevo, ahora que estoy en la calle Alcalá, en medio del sol, en uno de los lugares más representativos de la capital, sólo tiene turistas. Ser turista es pasar a medias por los lugares, es sentir a medias. Por eso el turismo es tan importante.
Imagino que el Cervantes debe ser así. Un lugar para todos; o sea, para nadie. Pero parece que todos, sin saber muy bien por qué, lo necesitamos. Y yo busco las mejores palabras, las mejores frases para elogiar esta institución. Pero sólo soy capaz de escribir este texto mediocre, lleno de frases banales, a mitad de camino entre el elogio y la crítica. Y el lector, a medida que lee, va ansiando algo más de relieve en mis palabras, que sean como braille para los ojos. Pero es imposible, no hay más, no hay nada, parece que ya se ha terminado todo. O casi todo. Y nos quedamos a medias, entre el sopor y la exasperación.